Push

Era verano. Hacía tanto calor que se les derretían lo besos y temían (o deseaban) que al abrazarse terminasen volviéndose uno. Allí estaban, era el agosto más caluroso que recordaban y, sin embargo, allí estaban ellos, una vez más. Ella y él, tirados en el sofá marrón del garaje, mientras su vinilo favorito daba aún vueltas en el tocadiscos de los padres de la chica. Sonaron las primeras notas de su canción. La voz rota de Johnny Cash les hizo volar sin alas al año 1970... 1970... Silencio. La guitarra de Cash deja de sonar. Los pies de nuevo en la tierra. Siglo XXI. Nada había cambiado y a la vez había cambiado todo. Mohammed Ali había vuelto a pelear y ser campeón del mundo una vez más. Camboya era un reino libre. La estela de Jimi Hendrix había inundado el mundo entero. España había ganado su primera Copa Mundial de Fútbol al ganar en la final a Holanda por 0-1. La voz desgarrada de Janis Joplin acompañaba los ecos del desamor de los nostálgicos. Las mejores pasarelas de moda estaban en la calle. Y John Lennon había muerto tiroteado por la espalda por un fan en la puerta de su casa.

Silencio. La guitarra de Cash había dejado de sonar un 12 de septiembre de 2003. Los pies de nuevo en la tierra. Aunque el hombre no había vuelto a la Luna, ellos tenían la sensación de llevar allí toda la vida. Siglo XXI. Y, sin embargo, ellos nunca volvieron de 1970. Ellos nunca estuvieron allí y a la vez nunca se fueron. No eran Janis y Kris, ni Yoko y John. Tampoco querían serlo. Ellos eran ellos. Y mientras, en sus bocas seguían derritiéndose sus besos. Ella tenía notas dibujadas en su sonrisa, él pintada su foto en el corazón. Nunca una derrota tuvo un sabor tan dulce para ella, nunca un adiós a él le dejó tan vacío.

Para la niña del vestido de cuadros verdes y rosas, la del pelo color rayos de sol de verano. Susana, sí, como la de Opus, quizá es que en realidad la suya también era ella. Ella, la niña de las mil fotografías, no sabía nada y, sin embargo, ya lo sabía todo. (Susana, Susana, I'm crazy loving you...)