martes, 27 de mayo de 2014




Una lluvia fina acaricia el valle. A lo lejos, el pueblo duerme bajo un manto plateado, cristalino, transparente, que abriga del olvido pero no protege. Unos pequeños mundos de sueños lejanos, melancólicos, dormidos, espejos latentes reflejando lo que un día hubo allí.

Y las hayas, grandes gigantes del bosque, despliegan sus paraguas desnudos que muestran todo y no dejan ver nada. No hay luz, no hay sombra, no hay vida bajo un triste suelo cubierto de hojas muertas y helechos eternos, tumbas profundas que guardan secretos. Secretos que han nacido en las hojas, creciendo hasta caer indefensos, frágiles, perdidos y olvidados en el tiempo. Susurra el viento palabras mágicas, oscuros mensajes, melodías silenciosas llamando al hechizo de viejas leyendas que nunca se escribieron; a las batallas ganadas de guerras que se perdieron; la soledad infinita que se oculta bajo los helechos.

Y los grandes guerreros siguen perdiendo recuerdos. Lloran lágrimas de esmeralda, gimen por sus secretos que algún día no muy lejano borrará el viento.

Secretos que ahora duermen en un cuadro sellado por el silencio. Las hojas son los colores; la corteza, el trazo imperfecto; las raíces son el marco de la vida; el bosque es el lienzo. Y un pincel invisible corre trazando un cuento, fantasía real de un pensamiento ingenuo que una vez vivió una vida y fue grabando sus secretos, inmortales, callados, dormidos. Secretos, sólo secretos.

Y el cuadro es eterno. Mirando hacia el valle vuelvo a ver el pueblo. Sigue durmiendo tranquilo, perdido, inocente, sin saber que su vida se desvanece como un haz de luz, poco a poco, apagándose, perdiendo su brillo, muriendo en el olvido.

Ni una coraza de acero puede vencer al tiempo, escurridizo, nervioso, inmortal, que se escapa de mis dedos, pasando ante mis ojos y dejándome con las manos vacías. Se lleva todo. Mis secretos, mis sueños, mis recuerdos, mi vida.

SGM

0 comentarios:

Publicar un comentario