jueves, 10 de julio de 2014




El mundo se divide entre los de Coca Cola y los de Pepsi, los que quieren que, contra quien sea, pierda el Madrid y a los que por pura simpatía les enamora el Barça. Entre los que toda la vida en el colegio fueron de A y los de B. Entre zurdos y diestros. La vida se divide entre los que en un momento dado se inclinaban por Tuenti mientras otros ya eran de Facebook. El mundo se divide entre los de Burger King y los de McDonalds, entre los del PP y los del PSOE, entre los que leen y los que copiaban los resúmenes de los libros obligatorios de la ESO. El mundo se divide entre los amantes de los deportes y los que intentan cada septiembre apuntarse al gimnasio. Entre los valientes que dicen que sí ante cualquier oportunidad y los que prefieren agachar la cabeza cuando algo que desconocen les atemoriza.

El mundo se divide entre los que los viernes a las 8 de la mañana están yendo a trabajar y los que vuelven de fiesta. Entre los que dicen “te quiero” y los que quisieran y no pueden; entre los que regalan palabras y los que sienten todas y cada una de las pocas que pronuncian. El mundo se divide entre los creyentes, los ateos y los que creemos en nuestros propios dioses, en esos que están ayudando a la gente, pidiendo en la calle, en la sonrisa de un niño, en la mano de una madre.




El mundo se divide entre los que roban por hambre y los que lo hacen por ambición. El mundo está dividido entre los que aman por encima de sus sombras y los que, en la sombra, quieren y no pueden. El mundo se divide entre los que se avergüenzan y los que le echan un par. Los que se confiesan y los que saben de sus propios pecados. El mundo se divide entre los que se quedan sentados, mirando la vida pasar, los trenes ir y venir, y aquellos que un buen día decidieron levantar el culo del sofá y, en marcha, viajar sin destino, haciendo camino. El mundo se divide entre los que creen que llegará y los que hacen por que algún día, quizás, llegue.

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